El 24 de octubre, la HOAC de Valencia ha presentado el libro Queremos el pan
y las rosas en el foro de debates de la Universidad de Valencia.
Ante 150 personas, que han abarrotado el aula magna, han intervenido la fiscal
delegada de violencia de género de Valencia, Rosa Guiralt, el reconocido
teólogo dominico, Martín Gelabert, y la propia autora.
La senadora Carmen Alborch,
que se encuentra en precampaña electoral, se ha disculpado por no poder
asistir, pero ha remitido una comunicación en la que destacaba que: “La
justicia de las rosas es una justicia entrañable que va más allá de la mera
justicia distributiva, porque hace posible una vida nueva plenamente humana.
Lucía, en su libro, va a la raíz de los problemas y, a partir de ahí, se
refiere a la lucha contra la pobreza, la violencia doméstica en el Antiguo
Testamento y en los profetas, los ideales románticos y la necesidad de un giro
en la iglesia para promover la emancipación de las mujeres, cuestión
fundamental”.
Tras el agradecimiento al público por su asistencia y la
presentación de la mesa realizada por el presidente de la HOAC de la Diócesis
de Valencia, Pedro Sánchez, ha sido el turno de Rosa
Guiralt. Esta reconocida feminista valenciana es fiscal del Tribunal
Superior de Justicia, miembro de la Unión Progresista de Fiscales y profesora
de diversos master especializados en violencia, una lacra que trata de combatir
cada día desde las esferas en las que se mueve. “Me has hecho releer la Biblia,
después del éxodo que muchas mujeres hicimos de la Iglesia”. Con esta expresiva
frase iniciaba una intervención en la que se ha referido a cómo afrontar el
cáncer que en nuestra sociedad supone la violencia contra las mujeres. “Hay que
visibilizar y señalar al culpable y desmitificar que su sufrimiento venga de
Dios”, asegura Guiralt, y que las iglesias se posicionen y digan que ese
comportamiento es pecado, ayudará a liberar a muchas mujeres.
Martín Gelabert,
doctor en Teología por la facultad de Friburgo y profesor en la de San Vicente
Ferrer de Valencia, ha señalado que la discriminación de la mujer viene de
lejos y que es muy difícil separar lo cultural de lo religioso porque, en su
opinión, las culpas están repartidas. Ha expuesto numerosos ejemplos, de
escritos de dos siglos antes y después de Cristo, en los que se manifestaba
claramente esa tendencia dualista que separaba cuerpo y alma, que despreciaba a
la mujer y la señalaba como culpable de todos los males. 40 días tardaba el
hombre en entrar al paraíso, 80 días si eras mujer.
Tres aspectos del libro tienen para Gelabert una importancia
teológica: las referencias bíblicas que demuestran el protagonismo de las
mujeres como discípulas de Jesús; el papel de las iglesias, que son parte del
problema y de la solución; y las repercusiones humanas de la teología
feminista. “El feminismo puede ayudar a comprender mejor lo que la iglesia
entiende por ley natural y a diferenciarla con el hecho cultural, además de que
puede cambiar la imagen androcéntrica que tenemos de Dios”.
Lucía Ramón ha contado que ha bebido de dos tradiciones para
la escritura del libro: la plenitud de la vida se la inspiró el cristianismo y
la justicia social el feminismo. “En este tema de la emancipación de las
mujeres no puede haber neutralidad, tenemos que decidir si queremos ser parte
del problema o de la solución”.
Para la autora, la justicia no es solo una cuestión
de redistribución de la riqueza, es también reconocimiento y, para ello, es
necesario recuperar la memoria y el papel de la mujer en la historia. Considera
que tampoco hay justicia sin representación, por eso propone estar en los
lugares en los que se toman las decisiones, “y para eso necesitamos la
complicidad de los hombres”.